11 de marzo de 2012

Virgen del Rosario vestida por cuaresma a la antigua usanza

La vestimenta tipica de las aristócratas "respetables" de los siglos medievales, hasta el XVIII, que como prolongacion se utilizaba para las imagenes marianas, no es nada nuevo sino una recuperación de una antigua indumentaria, la toca en cuestion es de un corte hecho por santa Teresa de Avila, esta sacada del mismo patrón, una forma de vestir de las grandes damas recogidas a la vida piadosa, muchas virgenes se comenzaron a vestir de tal forma, con los trajes de jubones de pico, guardapies voluminosos y la toca en la cabeza con velos en ocasiones de hilo tejidos a mano como encaje,se puede ver en muchisimos grabados, los hay por miles. Los grabados son el testimonio gráfico mas fiable de cómo vestian las imagenes en épocas pasadas.

LA CUARESMA Y LA VIRGEN MARIA

María, obediente a la voluntad del Padre, camina también Ella hacia la cruz.

María ha sido vista así por la tradición cristiana muy cerca a la cruz. Es verdad que existe un ropaje que nos dificulta ver a María como creyente obediente al Padre, creyente que hace también un camino de fe y de subida a Jerusalén. La presencia de las procesiones cuaresmales, la presencia de María en esas procesiones, con tanta fuerza, responde a una teología válida: María sentida y celebrada como creyente fiel, como compañera privilegiada del Hijo que se entrega. Catequesis y celebración tienen el deber de realizar el deber que subyace.

En el camino cuaresmal, la figura de María aparece con sobriedad, con discreción, con sigilo, casi de puntillas. El centro de la cuaresma es la profesión bautismal y los compromisos que ella supone. En definitiva, el centro cuaresmal es la preparación a la pascua. En el camino, como una más, pero como creyente significativa, está María. No es un adorno cuaresmal. Es un modelo. Ella ha recorrido también ese camino. Como lo recorrió su Hijo, como lo tiene que recorrer cualquiera que sea seguidor de Cristo.

La Cuaresma es un camino que los fieles recorren “entregados” más intensamente a escuchar la Palabra de Dios y a la oración. De este modo, se convierten los fieles en auténticos discípulos de Cristo. Pero no basta escuchar, hay que retener y meditar en el corazón, como María, la palabra que nos es dada. Sólo el corazón que retiene la palabra, como la semilla que cayó en tierra buena, produce frutos de vida eterna.