Historia de la Archicofradia

NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CARAVACA DE LA CRUZ

MAS DE CUATRO SIGLOS DE DEVOCIÓN. Pedro Antonio López Sánchez. 

“Y estando en este cabildo se trato los días pasados de yntroducir la Cofradía de Nra. Sra. del Rosario por ser de tanto provecho para las almas y con que se aumenta el culto dibino y el servicio de nuestra esencia y para este efecto se cometio a D Rodrigo de Mora, Regidor escribiese a la Ciudad de Lorca al padre Prior de Santo Domingo hiciese bien de ymbiar a esta Villa las constituciones, prebilegios e yndulgencias de la dicha cofradia, y su paternidad del dicho padre Prior no solamente ha ymbiado las dichas constituciones pero el en persona a venido al dicho efecto y ansi ha sido llamado a este dicho cabildo y estando en el se acordo se resciba la dicha cofradia y se haga la procesion con la mayor solenidad se pudiere a esta tarde, despues de Visperas ques dia del evangelista San Lucas y que se apregone que todos acudan a la dicha procesion y que los vecinos por cuyas calles han de pasar limpien y adereçen sus fronteras y pertenencias y que la procesion vaya por la Calle Mayor al Parador y la Calle de Juan de Yeste y a San Sebastian, y que el Señor Don Rodrigo de Mora acuda a pagar la costa de las mulas del Padre Prior y de su compañero y que lo que enello se gastase se libre en los propios del concejo y ansi se acabo este ayuntamiento y lo firmo”. (Actas del concejo de la Villa 18 de Octubre de 1599).

Así comienza un capítulo de nuestra historia en las postrimerías del siglo XVI: El propio Concejo de Caravaca solicita a los Padres Predicadores, la institución de la Cofradía, pasando a ser Mayordomos de la misma los propios regidores e hidalgos de la Villa, cargo éste por costumbre  vitalicio, excepto por renuncia del mismo. Se reserva para el altar de la Virgen del Rosario, el lugar privilegiado en la nave del Evangelio de la Iglesia cabeza de la ciudad, elevándola de esta forma  a la principal advocación mariana de la Iglesia Mayor, recibiendo por parte de la Orden y del Concejo un privilegio de Culto para su altar y su Cofradía.

Con la solemne procesión a petición del Concejo, instauran los Padres Dominicos su rama seglar en nuestra ciudad, abriendo con ello una historia de devoción a María en su advocación del Rosario de forma interrumpida hasta el momento.

Los documentos que poco a poco van saliendo a la luz nos están proporcionando valiosísimos datos acerca del fervor  a la Virgen del Rosario a lo largo de estos mas de cuatro siglos, entre ellos son muy frecuentes los  numerosos testamentos de la clase aristocrática de la ciudad que hacen donación para que se oficien gran numero de misas en este altar. El mismo Regidor, Don Pedro Montero de León, solicita estas misas para que se digan en el altar del Rosario por ser el Privilegiado Perpetuo de la Ciudad.

También son frecuentes  las  donaciones de alhajas o  ropas, como la realizada por Doña Catalina Pérez,  que manda una prenda a la Virgen del Rosario en 1609, o la realizada por  Doña Maria Henarejos  en 1627: “Mandó a Nuestra Señora del Rosario un collar de oro que valdrá hasta tres ducados”.

En 1079 D. Diego Antonio Conejero Marín, familiar del Santo Oficio de la Inquisición y regidor perpetuo de Caravaca hace una fundación de memoria pía  “para ayuda a la zera que se gasta quando sale en Santo Rosario por las calles” para lo que entrega “Doscientos ducados los quales tiene por su deuoción ofrecidos de limosna a Nuestra Señora del Rosario, sita en la parrochial desta villa”.  No es casual esta donación, pues bien sabida era la relación de la orden Dominica  con el Santo Oficio y la vinculación tanto de la Orden  como de su rama seglar con esta institución.

Este año se cumplen 300 años de la instalación del retablo del Rosario en la parroquial. Un feliz acontecimiento que se produjo en  el año 1710. Hay noticias de la recepción de un memorial de Antonio Fernández, mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de la villa de Caravaca, sobre el aumento de alhajas de dicha cofradía y la fabricación de un retablo comprometiéndose a colocar  en él la imagen de Santo Domingo y a dorarlo. (M.M.C., A.C.1710-1716).

Se debió iniciar hacia 1707, tras pedir licencia al municipio para cortar 150 pinos para tal fin. Su traza es atribuida a Agustín López o a su entorno próximo. Erigido en la nave del evangelio,  se eleva sobre banco de hojarascas doradas, sustentando el cuerpo central dos grandes columnas salomónicas que flanquean el nicho principal donde se ubicaba la imagen de la Virgen del Rosario, en cuyas hornacinas laterales se encontraban las imágenes de San Pedro y San Pablo, muy propias de retablos de instituciones de cierta categoría. Sobre este, el cuerpo superior con la imagen de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos y de la devoción del Santo Rosario, cuya hornacina se encuentra amparada por dos columnas del mismo estilo, pero de tamaño menor. Este último cuerpo se halla rematado con el anagrama del Rosario: las iniciales del Ave María entremezcladas con la R de Rosario.

En 1781 se pide licencia para ensanchar el nicho del camarín de la Virgen y se recibe informe de Ángel Moreno, maestro alarife y Juan Moreno. Se pide licencia al Concejo por parte del mayordomo pues para agrandar el nicho se ha de tocar la pared maestra del templo, parece ser que esto no fue necesario al final pues no se llegó a dañar la dicha pared.

Otros datos curiosos sobre la Cofradía los aporta el informe que hace el Conde de Aranda  en el año 1771 que nos revelan algunas de sus actividades como la participación de la Imagen de la Virgen del Rosario en la procesión del Corpus. Igualmente el informe destaca las posesiones que tenía la Cofradía: una casa   en propiedad en la llamada calle de Don Gonzalo, y varios censos, con cuyos gastos se sufragaba la capellanía que tenía propia para los Rosarios de la Aurora y la reputación de los antiguos mayordomos: “Para esta maiordomia se nombra por este Aiuntamiento una persona seglar y está reputada por carga conzegil. Es de cargo de este maiordomo sacar a Nuestra Señora del  Rosario en la procesion del Corpus, zelebrar misa y sermon en su dia, mantener la lampara y zera.”

Igual que muchas otras cofradías, sufrió los altibajos que se producen durante los siglos XIX y XX,  aunque uno de los peores momentos se produce con el robo de su ajuar, tal y como relataba El Diario Oficial de avisos de Madrid en 1857: “En la madrugada del 11 día del Corpus, fueron robadas las alhajas de bastante valor con que se había adornado la Virgen del Rosario, en la parroquial del Salvador de Caravaca, cuya imagen se hallaba preparada para salir en procesión, y encerrada en una capilla cuyas férreas verjas hacen imposible la entrada, siendo lo mas chocante que se encontró  la llave echada tal como se había dejado, sin fracturamiento ninguno ni en aquel local ni en ninguna otra parte de la iglesia. Las alhajas falsas no fueron tocadas por los criminales, perteneciendo las robadas a la misma imagen y a once particulares además. El juzgado instruye sumario sobre el robo de alhajas, pero todavía parece que nada se ha descubierto”.

Sus posesiones a finales del siglo XIX figuran en el inventario que se hace de la Capilla del Rosario en 1877:
-Un retablo de talla dorado y pintado.
-Una imagen con un niño de la Virgen del Rosario, de ropa.
-Otra imagen de Santo Domingo de Guzmán.
-Otra imagen de talla de San Pedro Apóstol, otra de San Francisco de Paula, otra de San Pascual Bailón, otra de San Benito de Palermo, otra de San Estanislao de Kostka, una tablilla de indulgencia, dos gradas, un sagrario.

La Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario continúa aun su labor, conservando antiguas tradiciones de culto mariano como los Rosarios de la Aurora, la Procesión solemne, el Triduo y conservando con cariño y dedicación todo lo que hemos heredado de nuestros antepasados.


Hemos querido resumir de esta manera una larga historia de mas de 400 años ininterrumpidos de devoción a la Virgen del Rosario, a la Reina Victoriosa de Lepanto  y protectora de la Cristiandad, la que venció a la iniquidad e hizo elevarse la cruz de Cristo sobre el Occidente amenazado.